El combate

Nuestros chapacos, conocedores como eran de toda la región, no descuidaron ni un sólo instante aún durante la noche, su labor de vigilancia. Al amanecer del día 15, informaron a La Madrid que una numerosa columna de infantes y jinetes se aproximaba a la ciudad al mando de Malacabeza. Tomó en el acto una fracción de sus tropas y dejando el grueso de éstas bajo órdenes del Mayor Antonio Giles, se dirigió al encuentro del enemigo.

Los realistas sitiados en la plaza, se aprestaban, por su parte, a salir de las trincheras para atacar por retaguardia a las fuerzas de La Madrid. Este avistó a los peninsulares en el campo de La Tablada y se enteró recién de que eran muy superiores en número. Cualquier otro jefe habría retrocedido; era lo prudente. Pero La Madrid jamás dio cara vuelta al enemigo. Los españoles intentaron atacarlo por retaguardia más, los montoneros tarijeños apostados en la cuenca del Guadalquivir, cargaron impetuosamente sobre los "Granaderos del Cuzco". Pelearon con denuedo singular realizando prodigios de valor y arrojo. Nuevos y reiterados intentos de salida encontraron la barrera infranqueable opuesta por nuestros heroicos chapacos.

Mientras tanto en La Tablada, La Madrid buscaba una posición favorable en espera de los refuerzos que había pedido a Giles. La caballería enemiga inició el asalto. El bravo jefe argentino dividió a sus escasas fuerzas para contraatacar por el centro y los costados. Las arengó con estas vibrantes palabras:

"Carabinas a la espalda, sable en mano y a degüello, a ellos que son unos cobardes".

En ese preciso momento llegaba al campo de lucha Moto Méndez y sus jinetes. Con temeraria intrepidez se lanzaron sobre el enemigo. Los montoneros chapacos arrollaron el ala izquierda amagando la retaguardia, mientras La Madrid y sus hombres atacaban el centro. Los españoles se dispersaron huyendo despavoridos. Cuando llegó el refuerzo enviado por Giles, el combate había concluido. Quedaron en el campo sesenta y cinco españoles muertos y cuarenta prisioneros. Nuestras armas sufrieron pocas bajas: algunos montoneros y el negro herrador que cayó combatiendo al lado del valeroso La Madrid.

Los patriotas regresaron al campamento de San Roque. El jefe argentino, noble como valiente, dispuso la libertad de los prisioneros heridos y los remitió al cuartel de Ramírez.

Inmediatamente después, se trasladó a la Loma de San Juan donde estableció su Puesto de Comando, utilizando para el efecto la pequeña capilla que aún existe, erigida en Monumento Nacional por Ley de la República.

Rendición de los realistas

En la tarde de este memorable día, envió una nueva intimación a Ramírez, concebida en los siguientes términos:

"Nunca ha sido impropio de oficiales de honor el rendirse a discreción, cuando no tienen como sostener. se ni esperanza de auxilio como Ud.; pues ni Lubin ni O'Relli, a quienes Ud., ha escrito para el efecto, pueden hacerlo porque no tienen una fuerza capaz de -resistir a la mía. En esta virtud puede usted verificar su rendición, en la inteligencia de que serán tratados, tanto Ud. como sus oficiales y tropa, con todo el aprecio y distinción propios de mi carácter y en caso contrario verificaré, dentro de cinco minutos, lo dicho en mi oficio de ayer. Ya lo supongo a Ud. impuesto de la suerte que ha corrido el Comandante Malacabeza - por los prisioneros que le he remitido, pero sin embargo, le anoticio: que los muertos son 65, prisioneros 40, fusiles tomados 70. Todo lo que prueba su propia ruina y me hace creer que no se derrame más sangre.- Dios guarde a Ud. muchos años.- Alto de San Juan, Abril 15 de 1817".

Ramírez y sus oficiales que conocían de lo que era capaz el jefe argentino y aterrorizados, además, por la intervención de los montoneros chapacos, aceptaron la rendición. Desmintiendo su arrogancia del día anterior, Ramírez respondió:

"Visto el oficio de Ud., que acabo de recibir, en que se me hace la segunda intimación, anticipándome haberme negado los recursos pedidos a Lubin y O'Relli, por la toma, según se deja entrever, de los pliegos que remití a éstos. Contesto a Ud., que este motivo no es bastante a desmayar yo ni mis oficiales para sostener hasta el último extremo las armas de S.M. en esta plaza, pues aún tengo fuerzas suficientes y bien dotadas de lo necesario, según verá Ud. Más la derrota que ha sufrido el escuadrón de caballería me hace entrar en capitulación consultando con la humanidad por parte de ambas divisiones, si la admite Ud. bajo los términos siguientes:

Primero: que se nos reciba prisioneros a los de esta guarnición con los honores de la guerra, y uso de espadas para los oficiales, permitiéndonos bagajes hasta el depósito de prisioneros.

Segundo: Que los paisanos a quienes hemos comprometido a tomar las armas sean bien tratados, permitiéndoseles la existencia al lado de sus familias.

Tercero: Que entren en la plaza sólo las tropas de línea, que eviten todo desorden en el pueblo.

Bajo estas bases y persuadidos que Ud. como oficial de honor, que sabe observar lo propuesto, hemos venido en ello unánimes y conformes, de cuya aceptación espero el aviso.- Tarija, abril 15 de 1817. - Mateo Ramírez".

El documento transcrito no precisa de comentario.

La Madrid, respondió inmediatamente:

"En el oficio de Ud. que acabo de recibir, he tenido a bien admitir la rendición de esa plaza, bajo los tres artículos propuestos, por una generosidad propia del carácter americano, en la inteligencia de que ahora mismo deberá salir con toda la guarnición a rendir las armas al campo de las Carreras, situado al Este del pueblo, con sus respectivos jefes y oficiales.- Dios guarde a Ud. muchos años.- Alto de San Juan, a 15 de abril de 1817.- Gregorio Araoz de La Madrid".

La rendición tuvo lugar en la pampa que se extiende desde el hospital San Juan de Dios hasta el Prado Bolívar. Equivocadamente sostienen algunos escritores que se produjo en la explanada de la Loma de San Juan.

Depusieron las armas y se entregaron a discreción el Gobernador Coronel Mateo Ramírez, tres Tenientes Coroneles, entre estos Andrés de Santa Cruz, todos los oficiales y 300 soldados. El botín fue también importante: 400 fusiles, 140 armas de diferentes clases, 8 cajas de munición, una bandera y otros pertrechos.

En mérito de su comportamiento heroico. La Madrid fue ascendido por Belgrano a Coronel efectivo. La Gobernación de la Provincia fue confiada a don Francisco de Uriondo. Los oficiales combatientes recibieron su promoción al grado inmediato. El flamante Coronel argentino se dedicó a reorganizar su División. Más de ochenta jóvenes tarijeños, pertenecientes a conocidas familias de la ciudad, se incorporaron voluntariamente a las filas. Los patriotas proporcionaron caballos, todo género de armas y cuanto implemento pudiera necesitarse para la prosecución de la campaña. Después de una permanencia de tres semanas en la Villa, La Madrid emprendió la marcha hacia Chuquisaca, acompañado en algunos de nuestros caudillos y sus montoneros.

Interviene Moto Home

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